
Bulgaria es una tierra algo inhóspita de naturaleza agreste. Con esos Balcanes fuertes que te miran desde lo alto. Duros, verdes y callados, con unas nubes agarradas a sus pieles de esquisto.
Las calles de Sofía se deshacen pedregosas, los muros están ajados por un montón de años que no los ven remozarse, por un montón de gobiernos que no los mejoran, por un montón de vivencias que los van limando.
Paradójicamente el mundo de los restaurantes modernos y de ambiente chic late con fuerza en cada plaza, pero rodeado siempre de ese óxido y ese verdor grisáceo sin determinación a modernizarse del todo.