Friday, March 24, 2006

Leandra lo sabía todo. Sabía que jugar en ese lugar, no estaba permitido, que corretear con sus mocasines podía provocar un tremendo estallido.
Se sentaba en un lateral del sofá con los pies colgando, se lanzaba hacia atrás, de espaldas y la inercia hacía que sus mocasines saltaran por los aires (calurosos y cargados) cayendo con dos golpes secos sobre la tarima. Giraba sobre sí misma como un lirón y los recogía para empezar de nuevo.
La mole abrió la puerta del salón tambaleándose, exhalaba un olor desagradablemente ácido y se movía con mucha dificultad debido al sobrepeso. Llevaba una camiseta que en su día fue blanca, ahora sucia, raída y húmeda por el sudor de la siesta.
A esas pesadas y calurosas horas el zumbido del ventilador que no ventilaba... Faltaba luz, faltaba aire... el desmayo de Leandra fue inevitable y la mole, esta vez, no tuvo que pegarle.

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