
El día que inauguraron el monumento a las víctimas del 11-M pasé por allí preparado para emocionarme, para recordar uno de los días más impñortantes de nuestras vidas; en le que todos, si pensamos un poco, podemos recordar casi al minuto, casi como si fuese ayer, dónde estábamos, qué hicimos cada instante de ese largo, soleado, nuboso, terrible día de unión, de fuerza.
Al sumergirse bajo la capsula de plástico de lona de obra, la emoción se transforma en decepción, porque todos esperábamos un esfuerzo. Un esfuerzo artístico enorme y merecido.
La base emocional del monumento son las palabras contenidas en las miles de cartas que si paras a leer si encogen por dentro, pero eso no es más que un fácil recurso. No existe en la obra ni el más mínimo asomo de la más minima emoción que contuvo ese terrible día de nuestras vidas.
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