
Con la de posibilidades que ofrece la vida, y lo terrorífico que resulta dirigirse a una nueva en ocasiones.
Por una ilusión o una golpe de suerte me vi inmerso en un proceso de selección. Este tipo de competiciones en los que cada uno da lo que sabe, puede o tiene, para lograr llenar un hueco en el que cree que cabe.
El final de todo esto se conoció ayer y tuvo un valor liberatorio. Me situó de nuevo en la posición de no valorar nada como inmutable y, por lo tanto, de poder tener alas en los pies como un Hermes de bronce. De bronce porque tengo alas pero no me muevo.