Navego en vagón mesetario, como cada domingo de exigencia familiar. Atravieso los parajes serranos (mira, como todo en mi vida): rocas caballeras, manchas de luz pintando el verde, bolas de blanco pintando el cielo. Postes de teléfono de los viejos, una laguna, un árbol, también viejo. Viejos serranos, las estaciones de pueblo, de ladrillo y piedra.
El nomadismo dominguero me da paz, aun con estómago ardiente y algunas gotas de ron secándome el cerebro. Debí beber agua, ahora me refresco con la imagen de mi Ávila y su piedra vieja, serrana y manchada de frío y de las manchas de luz y de las manchas de la mañana de Domingo.
Tras ver otra vez otra de mis pelis favoritas espero que una media hora me acerque a mi familia para engordar, comer lo que sólo aquí como y dormir la siesta que sólo aquí duermo.
Hasta el tecleo me puede relajar.