Wednesday, March 23, 2011

La mirada violeta nos deja hoy.
Dentro de la esfera de las grandes divas, es de aquellas que no se han retirado dejando en nuestra retina un rostro de porcelana y unos bucles perfectos. Es un semblante que ha ido envejeciendo frente a nosotros, una mutación constante que todos recordamos dividida en facetas, como la mirada de una mosca, como a través de un caleidoscopio.
Una de mis películas preferidas desde pequeño, es "Fuego de Juventud" adoraba que la repusieran una y otra vez.
Ese rostro creció hasta el espectáculo de Cleopatra, una de las películas que te llevan (de la mano de Terenci Moix) a admirar el antiguo Egipto de lujo que ahora es polvo.
Aquella gata que se tumbó sobre el tejado de zinc caliente fue mala y especial, bella y espectacular. Hay rostros bendecidos por algo parecido a poderes mágicos. Hay miradas que resumen una parte de la Historia.

Saturday, March 12, 2011


Cuando la tierra tiembla en medio mundo, los corazones del otro se encogen.


Durante estos días estamos siguiendo desde las antípodas una catástrofe que nos hace empatizar con esas personas, las más lejanas del mundo. Y empatizamos tanto que se convierten en las más cercanas. La tierra firme ha dejado de ser firme, algo que siempre sirve al ser humano como símbolo de refugio, de estabilidad, de apoyo y puerto donde atracar, se ha tambaleado, ha dado una vuelta retorciéndose, recordándonos lo pequeños que somos y lo peligroso que resulta utilizar sus recursos, creer que podemos dominarlo, someterlo, pensar que tenemos todo bajo control. Incrédulos ante las "pequeñas fugas". Que nunca son pequeñas y que son la mayor de las alarmas.
Sentimos desde lejos la tragedia y nos aterramos al pensar que podemos perderlo todo en veinte segundos. Sentimos lo de lejos cerca.

Sunday, March 06, 2011

En una sola semana he tenido la oportunidad de vivir dos contactos con personas que me han trasladado del principio al final de la vida.
Un bebé de quince días y una abuela de 86.
La tristeza nos abate cuando pensamos en que los últimos días de nuestra vida son algo incierto, lejano, desconocido. Algo que queremos evitar, de lo que no queremos hablar y  no por eso, retrasamos.
Este mismo momento puede ser una bisagra en nuestra vida. Una bisectriz entre ese bebé que un día fuimos y ese abuelo que llevamos dentro. Ambos nos componen y de ambos conservamos piezas que hacen de nuestro camino un todo. Pese al tiempo que nos rodea, nos pasa alrededor, nos acaricia; seguimos teniendo el frío del bebé cuando lo cambias el pañal. Y es ese tiempo el que con su recorrido, nos deja en los huesos y la piel de ese anciano que vuelve a ser bebé, al que hay que volver a cambiar el pañal. Pero que lleva dentro toda una vida de experiencias y que, aun después de casi un siglo, sus piernas le impulsan para volver a  bailar una jota castellana.