En una sola semana he tenido la oportunidad de vivir dos contactos con personas que me han trasladado del principio al final de la vida.
Un bebé de quince días y una abuela de 86.
La tristeza nos abate cuando pensamos en que los últimos días de nuestra vida son algo incierto, lejano, desconocido. Algo que queremos evitar, de lo que no queremos hablar y no por eso, retrasamos.
Este mismo momento puede ser una bisagra en nuestra vida. Una bisectriz entre ese bebé que un día fuimos y ese abuelo que llevamos dentro. Ambos nos componen y de ambos conservamos piezas que hacen de nuestro camino un todo. Pese al tiempo que nos rodea, nos pasa alrededor, nos acaricia; seguimos teniendo el frío del bebé cuando lo cambias el pañal. Y es ese tiempo el que con su recorrido, nos deja en los huesos y la piel de ese anciano que vuelve a ser bebé, al que hay que volver a cambiar el pañal. Pero que lleva dentro toda una vida de experiencias y que, aun después de casi un siglo, sus piernas le impulsan para volver a bailar una jota castellana.
Sunday, March 06, 2011
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1 comment:
Aquí vuelvo, la parte joven!
muaaaaaaa
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