Saturday, March 12, 2011


Cuando la tierra tiembla en medio mundo, los corazones del otro se encogen.


Durante estos días estamos siguiendo desde las antípodas una catástrofe que nos hace empatizar con esas personas, las más lejanas del mundo. Y empatizamos tanto que se convierten en las más cercanas. La tierra firme ha dejado de ser firme, algo que siempre sirve al ser humano como símbolo de refugio, de estabilidad, de apoyo y puerto donde atracar, se ha tambaleado, ha dado una vuelta retorciéndose, recordándonos lo pequeños que somos y lo peligroso que resulta utilizar sus recursos, creer que podemos dominarlo, someterlo, pensar que tenemos todo bajo control. Incrédulos ante las "pequeñas fugas". Que nunca son pequeñas y que son la mayor de las alarmas.
Sentimos desde lejos la tragedia y nos aterramos al pensar que podemos perderlo todo en veinte segundos. Sentimos lo de lejos cerca.

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